No
paran. Difaman, calumnian, mienten, intoxican, chantajean, actúan de
espaldas a la organización, simulan agravios, improvisan cartas, se
apuntan a la estrategia del calamar, se venden, se alquilan, y
estarían dispuestos a perder el alma por un puesto. ¿En dónde? En
donde sea. Se van o vienen en función de las circunstancias. Son la
versión más depurada del oportunismo. Siempre
los encontraremos allí donde se decide un lugar en las listas.
Jamás sacrificarán su espíritu corporativo por el bien de la
organización. Su influencia es directamente proporcional a su
capacidad para vivir como un grupo, como una secta. Huirán como de
la peste, si se trata de construir mayorías amplias y dirección
unitarias. En ese tipo de escenarios, pierde la parte y gana el todo.
Algo que les resulta incómodo.
IUCM
trabaja en las últimas semanas por un acuerdo de amplia mayoría que
dé estabilidad a la organización e impulse la iniciativa política.
El diálogo unitario parte de un compromiso firme: no repetir errores
recientes, evitar convergencias organizativas que
no se sustenten en
un discurso político compartido. Un
discurso político, abierto y plural, pero empeñado en reforzar IU,
en ensanchar el territorio del proyecto transformador de IU, en ganar
presencia social, en dotarnos de códigos unitarios capaces de
anteponer la propuesta de la organización, al interés de unos
cuantos. La experiencia nos dice que un sector de la organización,
aparentemente encaramado a la madre
de todos los pactos, llegado
el momento es capaz de vender su alma al diablo con tal de blindar su
status. Si
para defender a un amigo
o a una amiga,
tienen que traicionar a la mayoría, lo harán. Así es su idea de la
democracia.
No
sabemos si esta patología tiene cura. Constatamos hasta dónde están
dispuestos a llegar los malvados. Y eso es algo que no se merece IU.
Es mejor conocer las dificultades y actuar en consecuencia, que
dibujar mundos fantásticos de paz y concordia, solo útiles a la
felonía. IUCM ha vivido en estos últimos meses, acuerdos de
dirección instrumentados por una minoría como si de algo natural se
tratara. Incluso cuando, harta de tanta impunidad y deslealtad, la
mayoría dice basta, y pide respeto a los acuerdos, la minoría
improvisa declaraciones de agravio y denuncia su marginación. Es el
colmo del cinismo.
Por
eso, queremos poner fin a esta situación. Y hemos de hacerlo con
determinación y sentido de la responsabilidad. Habrá problemas, sí,
pero todo pacto entre distintos exige comprensión y flexibilidad.
Reforzar y ampliar la mayoría no será fácil en una organización
entrenada en la tensión y la bronca. Tenemos que proponernos
firmemente avanzar hacia un nuevo marco de convivencia interna. Y
para lograrlo, la política, la capacidad de IUCM para ofrecer
soluciones a los problemas de la gente, es el mejor aliado. Surgirán
nuevas tensiones, irrumpirán los maestros de la infamia, pero si
somos capaces de actuar en la calle y en las instituciones con
nuestras iniciativas y propuestas, los ahora convertidos al budismo
de la lamentación, no serán sino simples moscas cojoneras.
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